El TAI-CHI perfecto
ES ENEMIGO DEL bueno.
“Lo perfecto es
enemigo de lo bueno”
Y… el TAI-CHI es
bueno, pero no perfecto.
Ha sido ampliamente demostrado, aunque a menudo se
olvida que, la Tierra
no gira perfecta, el “Todo natural” hace
que gire de buena manera. O así lo entiendo yo.
Es cosa de todos advertida que, nadie respiramos
perfecto. Como no puede ser de otro modo, el “Todo natural” hace que respiremos
en sensación extraordinaria de bienestar, de buena manera.
No es difícil reconocer la obviedad de que, no
hacemos la digestión perfecta, el “Todo natural” hace que la digestión se haga en
euforia celular, de buena manera.
Y la buena
manera que hemos querido expresar, es
la manera que no se nota. Como la ropa que está bien ajustada, que es la
ropa que no se nota.
Libre de
esfuerzos.
Pero en cambio, en no pocos casos pensamos
esforzadamente en hacer las cosas demasiado impecablemente, y eso nos lleva al
bloqueo en la acción, por temor a la imperfección, porque en el fondo, sabemos
que queremos ser perfectos.
Y es que, la mente no juega al mismo juego que el
resto del mundo natural. Esta se muestra refractaria a ser del mundo imperfecto
regido por “pautas orgánicas”. Se niega a la imperfección. Se niega incluso para
realizar tal o cual movimiento de TAI-CHI-CHUAN de una manera natural. Prefiere
el paseo triunfal de una manera perfecta, a la humilde y natural, y para ello
gusta de colocar la diana en el agujero del dardo creado en primer lugar.
Teniendo en cuenta que la diana es una postura de una forma del TAI-CHI-CHUAN,
y el agujero es la situación natural (de encuentro de manos con un oponente) que
daría pie a tal postura y que por tanto gustaría de ligeras adaptaciones, que
dan pie a movimientos imperfectamente cartesianos pero naturalmente excelentes.
En este sentido, cuando le afirmaron a un
estudiante de cierto sistema, que del mismo modo que estamos explicando,
trataba de insertar lo ficticio en lo real: -¡¡¡Eh!!! su sistema no
tiene nada que ver con la realidad. El respondió desesperadamente:-¡¡¡Peor
para la realidad!!!
Hasta esos perfectos tontos límites podemos llegar,
y es cosa que, lo que gusta a un tonto no debe ser cosa muy cuerda. Y aún más,
si a él, al tonto le gusta, el placer ha sido sólo suyo.
Todo esto sin contar que, otras veces la mente se
enreda morbosamente con pensamientos en contra de uno mismo.
Y por otro lado, siempre nos inmiscuimos en
nuestros pensamientos como si nos identificásemos con ellos, volcados sobre
nosotros mismos en esos pensamientos, revolcándonos en ellos, bajo la tiranía y
dictadura de su poder. Este es el motivo, de la plaga tan común de ciertos trastornos
del pensamiento y de la infra-salud.
Ahora bien, el TAI-CHI-CHUAN que siempre nos abre
los ojos internos a horizontes amplios y cielos abiertos, nos revela su luminosa
solución tan natural como efectiva.
Hasta lo que yo se, creo que se podría formular así:
¿No debería aligerarme por completo, permitiendo
que el “Todo natural” piense a través de mí, sin identificarme bajo la tiranía
de los pensamientos?
¿No debería permitir la sublime entrega de que el “Todo
natural” realice el TAI-CHI-CHUAN a través mío y no construir movimientos en
los que encarcelarme?
Me explicaré:
Creo saber que, al común de los mortales nos gusta
llenar la mente pensando lo que hacemos, hacer bajo cavilación, o caso
contrario, hacer mientras la mente está en otro lado. Todo ese hacer, es en
detrimento de la vía del medio. O sea, hacer las cosas en contemplación serena,
abandonándonos a la limpia libertad de hacer las cosas sin… por un lado, interferir con el pensamiento; ni por el otro, estar dispersos por el.
Pero ligado a la última reflexión, hay que
preguntar otra cosa:
¿Como se compagina el contemplar sin pensamiento,
con seguir patrones técnicos de un arte marcial supremo como es el
TAI-CHI-CHUAN?
Que no es más que plantearse por la actitud
correcta de la mente durante la ejecución del TAI-CHI-CHUAN.
Esto se hace bajo la sutil directriz del “piloto
automático” de la “mente intención”, como un leve cursor, en movimiento sereno,
que se desliza en plácida serenidad dentro del mágico continuo néctar de
libertad adaptativa, y no ceñida a un molde perfecto como todo hombre común
pretende que sean las posturas del TAI-CHI-CHUAN.
Evitando por
un lado, hacerse sombra uno mismo, preocupadamente desde la impronta de un
imitador de posturas, encorsetado en plantillas de movimiento de perfección
neurótica.
Ni tampoco
dejarse llevar por la inercia de un molde esquemático y postural que el cuerpo
ha aprendido de memoria, mientras la mente se
va de vacaciones.
Y llegados a este punto,
debo advertir que, es casi imposible atravesar un gentío portando la antorcha
de la Verdad
sin chamuscar a alguien las barbas.
Digo esto porque muchos se
sentirían fuera del terreno seguro pensando que el TAI-CHI-CHUAN no es algo
fijo (TSE), esquemático, enlatado en una “teoría de metas externas”, y que sus
movimientos se realizan siempre en salmodia geométrica perfecta e inmutable, en
un “envoltorio ingenioso”. Como por ejemplo colocar la mano a la altura del
plexo solar con un ángulo del brazo de 45º, bla, bla, bla, etc…Encorsetados en
una realidad de pandereta, limitada a un patrón de miras estrechas, como el que
se sienta en el fondo del pozo a contemplar el cielo.
Pero lo cierto es que el
horizonte está sólo en nuestros ojos, no en la realidad. Y la naturalidad del
sistema, propia del más puro TAOISMO que abre las puertas a la idea genuina de
que el mundo, posee la tierna simpatía de un cielo abierto y libre dentro del
amplio “orden sin orden” (LI). Baste pensar en las vetas de la madera, los
dibujos del mármol o cualquier estructura natural. Hay un orden sencillo e
ingenuo todo ello, pero un orden relativo de horizontes infinitos. Un orden que
no es siempre igual. Un supra-orden que nos sitúa, si lo permitimos, en una
zona de confort de amplia belleza natural maravillosa, aunque imperfecta.
Esto es porque la naturaleza renuncia al esquema
fijo en perfección geométrica. Más bien al contrario, se adapta espontáneamente, flotando libremente con las circunstancias para
armonizar con ellas; y en el trance de esa armonía surgen las agradables imperfecciones
naturales dentro de un cierto orden.
Del mismo modo, un movimiento de TAI-CHI-CHUAN, es
siempre un movimiento para la felicidad, que cumple los principios de la naturaleza.
Del “Todo natural”, o sea, del TAO:
No
forzamiento para actuar a favor de las cosas.
Espontaneidad
que no duda, no vacila al actuar.
Continuo
cambio implacable en adaptación a las circunstancias.
Capacidad de
ser un modelo sin tallar, con potencialidad de ser cualquier cosa dentro de lo
naturalmente posible.
Funcionamiento
en unidad como un organismo que nunca tiene partes diferenciadas.
La semejanza
con un vacío fresco y despejado como telón de fondo, vacío de pensamientos
molestos, de deseos aferrantes, de tensiones.
Un movimiento de TAI-CHI-CHUAN cumple con esos
principios, o más bien deberíamos decir, “ES esos principios”, pero gozando de
variar con libertad, de altura de las técnicas, de profundidad del movimiento o
de cualquier dimensión espacial. Y… menos mal que se nos permite esa sana
libertad. Rindiendo el esquema fijo, a lo natural que posee deseables
imperfecciones dentro de un cierto orden. Rindiéndose a lo espontáneo que se
adapta sin salirse de las principios relativas que hemos enumerado.
De modo que, para ser claro como el agua…:
En una forma de TAI-CHI-CHUAN, hay que moverse de
una cierta forma, pero con una cierta libertad.
Y esto nos lleva a inferir que hay que diferenciar
lo que es importante y por tanto no cambia, de lo que es fútil y puede cambiar.
En definitiva…
Los
principios internos no cambian.
Las
superficialidades externas como puede ser posición de una mano en el espacio o
cosas por el estilo, pueden cambiar hasta cierto punto.
La sabiduría que se extrae de todo esto, es
comprender que mientras no cambien sus principios internos, ciertos cambios sutiles sobre la ubicación postural
son posibles…
O mejor dicho, son
deseables.
E incluso debemos decir que, SON NECESARIOS.
Puesto que cada movimiento, cada postura del TAI-CHI-CHUAN
a realizar es siempre nueva, recién hecha, limpia, porque depende de la
ubicación de un oponente imaginario o real, que cambia constantemente.
En cambio, si no hubiese oponente que cambia, ni
“sensación de oponente”, no habría armonía que practicar con nadie.
Pero como lo que deseamos es adquirir por vía de
hecho, la extraordinaria armonía Universal, necesito armonizar con alguien, sea
imaginario o real.
Y al armonizar, la precisión del movimiento de
cualquier postura o técnica del TAI-CHI-CHUAN cambia ligeramente.
En definitiva, no se puede ser independiente para
practicar TAI-CHI-CHUAN, como tampoco lo es para practicar la vida misma. Hay
que armonizar con un oponente real o imaginario. Es improcedente actuar como
pretendía un teniente del ejercito, que
llamando a parte a un soldado indisciplinado y le dice: “tu que no aprovechas
la vida en el ejército, cómprate un cañón y hazte independiente…”
No se puede ser independiente ni en TAI-CHI ni en
la vida.
Se necesita flotar en el mundo formando parte de él
y de los demás.
Y para armonizar con los demás debo ser adaptativo,
no fijo.
Es imprescindible conocer la libertad que nos
quiere enseñar el TAO del TAI-CHI-CHUAN porque aunque nuestra mente que
comprende por esquemas de perfección, forma parte del mundo natural, esta no
juega con los mismos principios que el mundo, que siempre son más evasivos.
Nuestra mente funciona en base al idealismo de perfección, y este nos lleva a considerar el Universo más
incierto, como algo separado de nosotros, y en esa impostura, lo suyo es querer
dominar, controlar, etiquetar, encorsetar, con nuestra mente el mundo, tratando
de realizar:
Movimientos
rígidos por el forzamiento de querer ser hermosos.
Movimientos
bloqueados por evitar los feos.
Y todo esto
ha demostrado ser un factor de peso en la patogénesis de la llamada
“superficialitis”. Y podríamos incluso justificar a nivel consciente que
eso no es así, que no buscamos “superficialitis exhibicionista”, ni tampoco la “superficialitis competitiva” de
evitar ser menos que los demás, ni la “superficialitis perfeccionista” de que
la perfección no es lo nuestro. Pero si verdaderamente no se ha cambiado en el interior
del propio alma, a la mínima nos saldrá la contradicción por todos los poros.
Como el que decía: No sólo no creo
en los fantasmas, sino que ni siquiera me asusto de ellos.
Pero cuando
la bella práctica del TAI-CHI-CHUAN nos ha transformado, lo suyo es permitir el supremo
flujo “cambiante”, en una sensación extraordinaria de bienestar y una sublime serenidad
a toda prueba.
Saborear y gozar del
movimiento limpio y luminoso que discurre delicado como el agua, sin esfuerzo físico y sin
obligaciones mentales, con la misma imperturbable calma, donde no hay un punto
preciso para ninguna cosa,
no hay una manera de hacer la misma cosa exactamente igual dos veces, aunque sea una FORMA. Como tampoco es posible
bañarse dos veces en
el mismo río.
Todos los derechos reservados.
Artículo Original de
Félix Bargados.
Félix Bargados.
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