“Vigila la salud de tus pensamientos,
ellos se convierten en tu destino”
Tanto los buenos pensamientos como los malos serán nuestro destino.
Porque atraemos lo que pensamos...
incluso lo que pensamos que no queremos.
Acaba ocurriendo lo que tenemos en el cerebro.
Incluso si pensamos que no queremos tal dolencia, estaremos atrayendo esa dolencia. El cerebro no sabe funcionar en negativo.
Demos cuenta de un señor, que estando en el juzgado acusado de apuñalar a su esposa, es interrogado en los siguientes términos.
-Oiga hombre…pero bueno¿¿como es que usted
con 90 años mata a su mujer a cuchillazo limpio??
-Bueno…ya sabe…
lo vas dejando…
lo vas dejando.
Ahora, este tema que nos ocupa, el de la salud, tampoco lo dejemos más… Es un nuevo momento para concluir viejas tareas que he ido posponiendo sobre este tema, aún a pesar de ser uno de los motivos más importantes por lo que las personas abrazan el Tai-chi-chuan.
Va a saber en breve porque, pero empecemos por el principio.
Haciendo eco de la voz de todas las personas que defendemos el hermoso Tai-chi-chuan de alta alcurnia, debo señalar que, aunque han corrido ríos de tinta sobre este tema, nunca se ha subrayado lo suficiente que el Tai-chi-chuan siempre haya sido considerado, con toda propiedad, como uno de los artes marciales más serios y estimables digno de la mejor admiración.
De modo que, no podemos más que defender y elogiar los beneficios, en muchos ámbitos, y también en el de la salud. Es salvedad que no importa, que también trato de empatizar con las personas que tienen problemas de salud, les tiendo “un puente de plata” hacia el Tai-chi-chuan y espero un tiempo a que les guste lo que hacen y lo hagan por el mero interés y gusto de progresar.
Pero, de una vez por todas, no carece de interés poner sobre el tapete TODA LA VERDAD sobre este manido asunto. Así que, ya que nos vamos a sincerar, lo que si debo precisar a bote pronto, es que estos beneficios en la salud, son colaterales y NUNCA DEBERÍAN SER EL EJE CENTRAL DE LA PRÁCTICA CORRECTA.
Con todos estos pormenores y para no dar la sensación de que esta postura la defiendo, sí porque sí, sería prudente ahora, alumbrar un poco de luz sobre lo vertido anteriormente, y para ello voy a citar un ejemplo de entre los muchos.
¡AHORA HEMOS LLEGADO A UN PUNTO INTERESANTE!
Hagamos abstracción de lo anterior y pensemos en la insidiosa ansiedad, ese fantasma flotante que se alimenta de preocupaciones sobre un futuro incierto, y que se ceba en la “des-concentración” de lo que hacemos en el momento presente, y el “des-interés” de lo que ocurre en el momento actual. Resulta irónico que aprender a “concentrarnos” en lo que hacemos y a mostrar “interés” con verdadero amor al Tai-chi-chuan o lo que sea que estemos haciendo, neutraliza y elimina rápidamente la ansiedad.
A tenor de lo expuesto, dicen los que saben, que la intensidad de la ansiedad que se pueda padecer, es inversamente proporcional a la “concentración” y al “interés” mostrado por lo que hagamos.
Al margen de lo versado, hay que reconocer que la tranquilidad y el relax también ayudan mucho a paliar sus efectos. Huelga decir, que ambas ayudas vienen derivadas del discreto encanto de realizar unos suaves movimientos, como son los del Tai-chi-chuan, en los que el disfrute eleva nuestro espíritu a un nivel superior de altos vuelos.
A raíz de esto, se cuenta el caso de una chica que se afincó en un pueblo al borde de una playa tranquila. La chica aquejada de dolores musculares somatizados a causa de una tensión nerviosa crónica, bajaba cada día a la playa a tomarse un placentero baño, disfrutando del agua,
danzando en el agua y deleitándose con las olas.
No puede sorprender entonces, que su aquejamiento fuese cediendo, en base quizá a la buena circulación y la relajación muscular, producto de un movimiento suave EN UN AMBIENTE PLACENTERO que propició a su vez, la descomposición del ácido láctico que se empezó a eliminar a través de la sangre, cada vez más frecuentemente en cada fase de relajación del movimiento POR EL SIMPLE PLACER DE LA ACTIVIDAD. Por supuesto que la diversión y placer del mismo, propició además la secreción de endorfinas y una mejoría más espectacular, si cabe.
El caso es que le contó a una amiga su curación espontánea con el agua milagrosa. De modo que, esta amiga también decidió participar de los baños terapéuticos. Pero había una diferencia de base. Baste advertir en este punto que a esta chica corta de miras,
no le gustaba el agua,
no disfrutaba de la actividad
y lo hacía por obligación,
SÓLO PARA CURAR.
Y debo añadir que, alguien que hace las cosas porque espera salvarse es como un soborno a la vida.
Así que lejos de mejorar su salud, el recelo al agua, la tensión añadida de algo que no es agradable, el aburrimiento, desinterés, falta de atención y de disfrute, le procuró algún que otro percance como distensiones musculares y alguna que otra rotura de fibras, sin contar los galopantes enfriamientos de vejiga y más cosas que estamos acostumbrados a ver cuando una persona rígida, hace las cosas, esperando una recompensa, y por otro interés que no sea el de disfrutar de la cosa misma. Así es como la terapia acuática la dejó mucho peor que antes, con los dichosos “baños para la salud”.
Estos planteamientos deben ser interpretados en los términos de que si la práctica del Tai-chi-chuan es por amor al arte marcial, sus beneficios se verán claramente reforzados por la concentración y el interés asociados. Y me parece que esto es tan seguro como que la noche sigue al día.
Por el contrario, y por razones fáciles de comprender a tenor de lo explicado, si la práctica es forzada por un beneficio egoísta, quedará declinada por el perjuicio asociado de la falta de concentración e interés, convirtiendo la felicidad en frustración, como el que convierte la liebre en una carrera. Y, tiene su gracia, porque…
sería como si el corazón estuviese mal de la cabeza.
UNA CONCLUSION RAZONABLE
Antes de continuar en este sentido y a la luz de esta argumentación, debo aducir que resultaría prólijo y aburrido enumerar la infinidad de ejemplos donde el Tai-chi-chuan se mostraría eficiente para la salud, por lo que no cabe más que, sin ánimo de ser exhaustivo, matizar la aclaración de que, paradójicamente, practicar Tai-chi-chuan
por la exquisitez del amor al arte marcial
nos lleva a estimulantes beneficios que no conseguiremos si lo practicamos por la clamorosa contradicción
del egoismo forzado de mejorar la salud.
En tal sentido, sería como querer vencer un error con otro error.
Así las cosas, afirmo sin rubor que, sin entrar en contradicciones, el Tai-chi-chuan no persigue el desmán disparatado de ser simple y llanamente un tratamiento alternativo de enfermos vivientes, por otro lado más desiderativo que verificable, y que hace algunos ayeres se ha extendido prodigamente como un reguero de pólvora peligrosamente radical. Y aún admitiendo eso, nos vemos obligados a conceder una especial importancia, que la tiene, a este ámbito de especial trascendencia.
Sería incluso oportuno ahora, que sin más demora, pasáramos a la exposición de las dolencias en las que el Tai-chi-chuan se muestra sorprendentemente eficaz.
Pero en este momento no me gusta hablar de enfermedades, ni mercadear con la salud. Me sentiría como el caso de esa proverbial señora, que presume egoístamente acudiendo cada día a la pescadería como si un cementerio de elefantes se tratara, para esgrimir su historial médico, a una escala sin precedentes, y leer de carrerilla el informe a la pescadera. Tratando, eso sí, por todos los medios de superar el record guinness de “incapacitación sutil”, ya insuperable de por si, de la otra clienta, a base de más dolencias con términos tan extraños que ya no sabe ni pronunciar, mientras uno mismo espera cola ante tal tortura china, que muchos tememos como el diablo teme al agua bendita, porque nos parece digno de la prisión de Guantánamo. Y lo explico así porque es un caso de fastidio real…y sobre todo, muy, pero que muy recurrente.
Nota.- ¡¡NO ES UNA AMENAZA!! pero el artículo con las enfermedades, “Tai-chi para la salud, con enfermedades” lo podrá encontrar en la ampliación de este documento que mostraremos en breve con todo lujo de detalles, sobre las dolencias más comunes y la forma en la que el Tai-chi-chuan se muestra efectivo para contrarrestarlas, hasta donde yo se.
Para completar este panorama, me gustaría que el principal mensaje de todo lo que se vierte en este sencillo escrito, fuera el siguiente:
Miremos nuestro ombligo y las cosas desde nuestro propio problema y veremos sólo nuestro propio pensamiento y sentimiento, como lágrimas que arrastra la lluvia, dentro del problema insalvable, mientras practicamos un Tai-chi-chuan de pandereta.
A esto podemos agregar que, el que hace una cosa con miras a otra, no quiere la cosa misma que hace, sino aquella por la cual hace la primera.
Y esta incongruencia no es mayor que la que espetaron varios pobres:
¡¡Basta ya de realidades, queremos promesas!!
Que…de ilusión también se vive...
Pero por el contrario…
Miremos las cosas desde el refrescante punto de vista de la maravillosa filosofía en toda su brillantez, y la idea tan suprema como sublime, en una mezcla sabia y hermosa que nos brinda el Tai-chi-chuan en toda su revelada plenitud, y nos veremos recompensados por ese hermoso tesoro que tenemos delante de nuestras narices.
Pues el pensamiento es parcial, poderoso, y si cabe, peligroso. Y esto último, en parte porque nuestro pensamiento posee un poder transformador de la realidad, a través del denominado “campo electromagnético mental”, que vibra, siempre, reproduciendo las experiencias que se cosechan. Y es así como el dicho “lo que siembras recogerás” ha tomado carta de naturaleza. Baste advertir en este punto, que uno suele hallar su destino en el sendero que toma para evitarlo.
En todo caso, este es el gran secreto hermético:
Vigila tus pensamientos, se convierten en palabras. Vigila tus acciones, se convierten en acciones.
Vigila tus acciones, se convierten en hábitos.
Vigila tus hábitos, se convierten en carácter.
Vigila tu carácter, se convierte en destino.
Así lo hemos aprendido también en el Tai-chi-chuan, en constante alerta a los pensamientos. Que por decirlo de otra manera, si tenemos pensamientos negativos acerca de lo que no deseamos, lo estamos atrayendo. Mientras que la naturaleza fresca de una nueva mente, con menos bloqueo de lo habitual, y desprovista de ego, es neutra y clara.
TRASCENDIENDO LA SALUD SE GANA SALUD
Bien sentado lo anterior, no está de más que planteemos algunas precisiones que palpitan en lo que atañe al ego.
Si así se quiere, podemos denominar “ágape” a liberación del ego. Parece ser que no hay mayor fuerza en el Universo que el ágape. Y no nos gusta denominarlo amor, porque esa palabra ha derivado en una fortuna muy manida y tergiversada. Es un término que tanto se ha elevado hasta el cielo y hasta Dios mismo, como se ha arrastrado por el lodo hasta la lujuria más burda y basta. Y tan inexacto es como el diálogo de besugos de dos profesores de historia un poco “cortos”:
-A Fávila se lo comió un oso en defensa propia.
-En defensa propia ¡no! en Asturias.
Es inevitable reconocer, y hay motivos para concluir aún así, que hoy en día el término “amor” se malinterpreta y se podría malentender como:
Eros (amor erótico)
Fília (amor paterno o materno)
Estorge (amor familiar).
Y nosotros nos referimos todo el tiempo a esa otra encantadora forma de energía, poderosísima, que lo impregna todo, y como nos faltan palabras para denominarlo lo decimos, si no le importa, en griego, ágape.
Para decirlo de otra forma, el ágape es la naturaleza que está por debajo de nuestras limitaciones y deseos mentales. El ágape no desea ni teme nada. Por tal motivo, la práctica gozosa del Tai-chi-chuan persigue en gran medida…
Apreciar el arte, la vida…aceptar el presente en una sensación de paz y serenidad.
El desapego de los resultados, para aprender a no forzar nunca las situaciones
La aceptación de la realidad.
El refuerzo del poder de la intención en el gesto y en todo, con el gusto y la emoción de practicar el desarrollo del potencial humano.
La vivencia en altos niveles de lo que potencialmente se puede llegar a ser. En un propósito de aprender a que la vida fluya con éxtasis desde lo no manifestado a lo manifiesto. Desde el reino del Infinito hasta el mundo que habitamos.
Gratitud constante y claridad mental para comprender el sufrimiento humano de vivir en el ego.
En definitiva, la liberación de la tiranía del ego y su identidad impostora, acepando que no somos nuestra mente, ni nuestro cuerpo, ni mucho menos nuestras tristes dolencias, sino una parte de un todo. Y esa sensación de vacío humilde, ese silencio interior es la fuente de la potencialidad pura.
¡¡¡No la triste liberación de la enfermedad!!!
Per se…
A todas luces, la liberación del yugo del ego, que cosechamos en esta práctica saludable, bellísima y extraordinaria, si se quiere, debe de estar muy, pero que muy por encima del deseo y del miedo.
Del deseo de conseguir (cualquier curación egoísta)
y del miedo (también egoísta) de no lograrlo.
Parece ser que el ágape, un concepto que imbuye cualquier práctica espiritual, como lo es el Tai-chi-chuan, trasciende en plena armonía los contrarios del mundo (bien-mal salud-enfemedad…) y su papel estelar se encuentra muy por encima de las barreras conceptuales. Es de todo punto evidente que esa es la idea principal del Tao del Tai-chi y es el sugerente e inspirador motor de arranque que impulsa al verdadero e ingenioso Tai-chi-chuan con solera.
En definitiva y siendo más preciso…
“No hay mayor regalo que cuidar lo que se tiene”
Pero lo cierto, es que lo que tenemos es todo lo que nos rodea, no sólo nosotros y nuestras posesiones. Por eso, me reafirmo, aún a riesgo de caer de plomo, que la puerta de la salud, se abre hacia adentro. Por tanto, hay que retirarse un poco para abrirla. Hay que retirar un poco el ego para abrirla. Porque el Tai-chi-chuan nos enseña que, si uno la empuja, se cierra cada vez más.
Nos aproximamos al objeto en la medida en que le retiramos la atención. Porque en realidad, cuando elevamos un objetivo al pleno consciente y programado, puede que no se consiga nada bueno.
Y hoy más que nunca, en estos tiempos de libertad individualista y egocéntrica, hay que liberarse de nosotros mismos con verdadero cariño, y darse al arte, gozar del arte, sentir el aire en la piel desnuda durante el suave movimiento. Hay que abrir las puertas y ventanas de la mente rancia, cerrada y a veces maloliente, de las tensiones ego-protectoras, de la ego-fortificación mental de creencias que forman una cortina de humo llena de ilusiones falsas y de quimeras. Y en esa gesta, no hay más que permitir que la corriente de aire pase, aunque ello suponga una ligera incomodidad por la corriente de aire y por el frío natural. Hay que permitir que las cortinas de pensamiento ondeen al aire fresco e incluso permitir que revoloteen los papeles inservibles. Que se levante el polvo añejo de todos los prejuicios, que se vaya el aire estancado de las creencias, lejos, muy lejos de nosotros. Y así, casi podremos convertirnos con discreto encanto y con ilusión, en los agradables rayos de sol que entran por las ventanas abiertas y en la suave brisa capaz de penetrar todos los rincones, capaz de adaptarse a cualquier cosa; y por último, capaz de mantenernos como una copa vacía siempre lista a ser llenada.
Para que a la postre, solamente quede el puro y limpio vacío como una NADA. Una nada llena de recursos y posibilidades infinitas que somos las personas.
Todas las personas.
FELIX BARGADOS
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