COMO PRACTICAR
CHI-KUNG
EN TODO
MOMENTO SIN QUE NADIE LO NOTE
Autor: Félix Bargados.
“Cuidado con lo que piensas,
puede hacerse realidad”
Porque todo lo que pensamos tiene un efecto somático.
Se cuenta que de todas las señoras, de un conocido
pueblo, que rezaban de vez en cuando a la Virgen , había una más ingenua de lo habitual, que
murmuraba:
De pardillos no es saber que, de igual modo que no
es posible pecar sin concebir, no es posible imaginar algo intensamente y no
verse transformado por ello. Y esto
porque el Universo conspira a favor de quien enfoca su mente, y como por
supuesto, la plasticidad del cerebro y del cuerpo no tiene límites, el hombre
puede modificar su cerebro y su cuerpo.
Sólo con su mente.
Eso es lo que propone el Tai-chi-chuan.
Pero no todo el mundo lo entiende así. Es más fácil
entender, lo que creo saber que más de uno tiene en la cabeza:
El habitual puro espectáculo de tres al cuarto. Un
“deslumbrón” ornamental, por el simple y llano placer decorativo.
Encontrar la salud en el placebo de un anodino
acariciar la nada, y otras cosas por el estilo.
Primeramente voy a hacer un
par de consideraciones al respecto de la energía implicada en cada movimiento
de Tai-chi-chuan.
Primero que esta no se ve a
simple vista, pero que no se vea no quiere decir que no esté. Y que se diga que
se tiene no quiere decir que este.
A saber que, temas como este siempre se han revelado como una de las mayores atracciones en la trillada senda de la frivolidad. Ni que decir tiene que, siempre queda
la sombra de la duda cuando se dicen cosas como que:
mi energía interna está presente, sólo que no la ven los demás.
Tan curiosa como común resulta esta forma de hacerse interesante. Y ese es el engaño corriente, del que somos conscientes, por la proliferación del mismo, aunque se avise de tamaña presunción. Porque, aunque del avisar nace el prevenirse, en realidad, es más fácil engañar que desengañar.
Tan curiosa como común resulta esta forma de hacerse interesante. Y ese es el engaño corriente, del que somos conscientes, por la proliferación del mismo, aunque se avise de tamaña presunción. Porque, aunque del avisar nace el prevenirse, en realidad, es más fácil engañar que desengañar.
-Soldado Ramirez, no le
visto en la clase de camuflaje.
-¡¡¡Gracias Señor!!!
Segunda que, si bien es
cierto que existen muchos estilos de Tai-chi-chuan y que el mismo puede ser
hecho de muchas diversas maneras, eso no significa que cualquier manera de realizarlo
sea correcta.
Y por otro lado, que los
movimientos sean lentos y carentes de esfuerzo no significa que no se hace
nada.
Por eso no conviene
comportarse como aquel que dijo: Si
llego a saber que aquí no se da ni golpe, hubiera venido antes.
A saber que, no atraemos lo
que queremos, sino lo que somos ya plenamente en nuestra mente, ya convencidos.
Y somos lo que creemos ser. O sea, lo que el subconsciente siente que somos y
lo que imaginamos en lo más profundo de nosotros siempre que sea algo
potencialmente realizable y no falso.
-¿Y tu hermano gana eso?
-No el tampoco lo gana.
Sueños vanos.
Los soñadores simplemente
sueñan, el hombre del Tai-chi persigue sus sueños con la visualización, y por
supuesto, después la expresión real.
Pero visualizar debe ser sobre
algo realmente posible.
Visualizar es imaginar lo
que queremos, además de sentirlo como si ya lo tuviésemos. Si no se cumplen ambos factores (imaginar y
sentir) no lo conseguiremos. Y en eso se basa el aprendizaje metamórfico del
verdadero Tai-chi-chuan. Lo que arroja una nueva luz sobre los que todavía no
tienen claro como entrenar este misterioso arte marcial.
El Tai-chi-chuan es una
dulce maniobra alquímica que tiene como uno de sus fines transubstanciar el
cuerpo de rígido a relajado y elástico, y de elástico en relax al tenso-elástico
en continuo resorte neumático muy consistente,
refinado hasta límites espirituales, con la intención de una
visualización poderosa, que en breve le explicaré de forma sucinta.
En su cuerpo tendrá la
sensación de ser un fluido con cualidades neumáticas, que trasmite las
presiones como una esfera de energía que
se hincha y deshincha, irradiando un maravilloso poder interno.
A esta experiencia extática
se le llama “llenar la forma” de energía Chi.
Hablando de un terreno paralelo pero en el mismo sentido,
debo añadir que el Tai-chi-chuan tiene una gran ventaja sobre otros artes
marciales: se puede practicar
durante todo el día, en la vida cotidiana, de forma invisible puesto que es un
arte interno, y como interno que es, no debe verse desde el exterior.
De modo que, en cualquier posición de la vida
cotidiana, con sólo su mente y quizá algún pequeño movimiento ralentizado con
el cuerpo, puede rellenar su cuerpo de energía Chi. Así introduce la habilidad
milenaria del Chi en movimientos naturales, como el que vierte viejos vinos en
nuevos odres.
¿Cómo hacerlo?:
Primero reduzca las tensiones somáticas al mínimo, durante
la actividad cotidiana y segundo rellene la sensación de vacío con energía Chi.
Veamos…
PRIMERO.-
Si por ejemplo coge un vaso, reduzca la tensión de
coger el vaso al mínimo y verá como aún lo puede sostener sin que se caiga.
En cualquier cosa que esté haciendo, puede reducir
la tensión mucho y seguirá siendo eficaz, o incluso más eficaz.
Esta evitación de energía “oscura” (estado de rigidez
ordinaria) en el movimiento, debe producirse en todo el cuerpo a favor de
suaves micro-movimientos circulares en las articulaciones. Es decir, si mueve
un dedo, con él debe mover todo el cuerpo, no sólo el dedo. Debe mover todo el
cuerpo centrado. Quiero decir, en torno a una fuente interna de apaciguamiento,
un centro equilibrado, que denominamos “TAI” (Tai del Tai-chi), a través del
cual todo ocurre a su alrededor, carente de esfuerzo. Así es el Tai-chi-chuan.
Ahora bien, el Tai-chi-chuan es muy fácil, pero no
tanto. No basta con reducir las tensiones.
SEGUNDO.-
Hay que rellenar los movimientos, haciéndolos
consistentes en un llenado y vaciado de continuo
y sin fin.
Durante el transcurso de
cualquier acción que esté realizando, y sobre la base de lo anterior, se
visualiza el medio que nos rodea muy denso, como si estuviésemos en aceite muy
pesado donde cuesta moverse, mientras que a la vez hay un imán exterior muy
potente que nos arrastra al movimiento. Esto activa los centros nerviosos que
drenan energía, pero sin desgaste (puesto que las contracciones son virtuales).
Por eso lo llamamos “fuerzas contradictorias”.
Así el cuerpo se reviste de una fuerza elástica, a
modo de una crisálida propioceptiva que fascina por su poderío. Esta es una
sensación energética intangible e intrínseca “Chi”. Una fuerza extraordinaria, una energía
extremadamente útil, que no es local, no es concentrada en el músculo en
cuestión, sino global.
La siguiente
visualización figura entre las más sugerentes y se amolda como la mano al
guante a la sensación que vamos a explicar. Imagine la trompa de un elefante
llena de agua. Deberá entonces auto-expresarse como que sus brazos son como la
trompa de un elefante, cargada de agua
que expulsa esplendorosamente en un chorro a presión.
De igual manera sus brazos
deben cargarse de agua virtual que sale desde el abdomen, y mientras lo hace,
los brazos permanecen en total relajación tenso-elástica, experimentando que la
presión de agua y el movimiento parte desde el abdomen y nunca desde los hombros.
Mientras la parte inferior de los brazos, se
llenan de carga estabilizadora (peso), los dedos tienen que estar expandidos,
fluyendo presión de agua hacia ellos, como si
tratara de cubrir todas las pequeñas ranuras de los brazos.
Las extremidades no se articulan
rígidamente, sino que se expresan con la sensación interna de
“despliegue-repliegue” (apertura-cierre), como si una ráfaga de viento interna
o un hálito, imbuyera energía y movimiento; dejando caer a la vez el codo, para
dar pesadez a la acción en la parte inferior del brazo y creando el efecto
basculante. Rodando sobre las articulaciones como si cada una fuese una bola de
Chi y creando una “espiral interior” para soldar la estructura pero sin
rigidez. Y ese es uno de los sentidos de torsionar las extremidades en las
técnicas. Por último, el movimiento técnico
finaliza en total relajación y con sentido rebotante.
En cuanto al aspecto
cuantitativo, y siendo fiel al asombroso “flujo de Chi”, debemos movernos sin
excesos ni defectos, sin sobre-extendernos
ni quedar deficitario.
Como si enrollara seda en
un ovillo.
Cuando se enrolla seda, no
debe hacerse ni con exceso de fuerza ni con defecto de la misma, porque la seda
podría romperse o enrollarse anudada.
Es decir, “sin huecos ni protuberancias”. Sin
huecos ni protuberancias significa que todo gesto-forma se realiza sin exceso
ni defecto, moviéndose dentro de unos límites razonables. Fuera de los límites
la razón no es razonable y el peor de los defectos es moverse por defecto y por
exceso.
Todo lo antedicho, no hace
más que ilustrar la esencia intima y oculta, que fluye insondable, por debajo
de todos los movimientos del verdadero arte inteligente para mentes despiertas,
el Tai-chi-chuan.
Así es en verdad, el
trabajo energético interno de cualquier arte marcial que se precie. Y el
Tai-chi-chuan es de los que más se aprecia.
Pues bien, a esto lo
denominamos con toda propiedad CHI-KUNG del TAI-CHI-CHUAN. O sea, “trabajo con
la energía del TAI-CHI-CHUAN” o simple y llanamente CHI-KUNG.
Y a esto es a lo que se
refiere, en toda su brillantez, el CHI-KUNG, tan celebrado a los cuatro vientos.
Así es como el Chi en el
interior del cuerpo vuela ligero cual ave en busca de las altas ramas y alcanza todos los
rincones del cuerpo, igual que la vivificante sabia de un vigoroso árbol. Y una vez sabiendo
que el cielo no es su medio natural, vuelve a la tierra para reforzar la raíz y proteger la corola de su cuerpo.
Artículo Original de Félix Bargados
Todos los derechos reservados.
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