UN
PASEO POR LAS
FASES
TEMPORALES
DEL
TUI-SHOU (10)
“Las cosas grandes tienen principios
pequeños,
y las muy grandes invisibles”
Flexible y poderoso es el
brazo del Tui-shou, y sorprendente el empuje que nos propinará si no atendemos
sus cosas pequeñas. Pero para atenderlas, primero hay que verlas. Y como suele
decirse, lo esencial es invisible a los ojos.
Y a propósito, las fases
temporales del Tui-shou, de las que vamos a hablar, son invisibles a un primer
vistazo, pero esenciales porque son la ley natural de la no-resistencia que
fluye siempre hacia amplios espacios abiertos.
Las fases naturales forman
parte de un continuo de movimiento indiviso en ciclos, que ambos compañeros
realizan alternadamente tomando los brazos como tentáculos en acción.
Esta indivisibilidad es lo
que las hace invisibles, a causa de que cada una de ellas dura una fracción de
segundo, imperceptible para el ojo y se solapan de manera indiscernible en
estado de “sobrevuelo” unas con otras.
Por esa razón tenemos que
explicarlas, y explicarlas bien. Y, antes de integrarlas en una teoría
completa, como algo grande en interacción con el oponente, usted tiene que
imaginarlas recortadas del “continuum”, en secuencia, desglosadas para el
estudio del punto del flujo donde se atasca la energía.
Para empezar hay que decir
que, el Tui-shou palpita en círculos que van y vienen. Pero esos círculos
poseen fases energéticas bien diferenciadas. Si se realizaran los círculos y no
se mostraran las partes, nadie se daría cuenta de ellas. Así que como diría
Jack el Destripador: vayamos por
partes.
Observando al detalle digno
de la mayor lupa, en el empuje de manos, podemos atisbar las diferentes
intenciones vistas al detalle, que se suceden alternativamente en cada ciclo
yin-yang y que son responsables de que el cuerpo
funcione como una esfera elástica rodante, en una avalancha cada vez mayor de
nuevas posibilidades.
Cada círculo es un ciclo.
Recibir (Shou).
El hemiciclo yin es el que
corresponde en un juego de lanzar la pelota, a la parte en que se amortigua la recepción de la
pelota que nos ha sido lanzada. A este hemiciclo lo denominamos “recibir”.
Sirve para “conocer al
adversario sin que me conozca a mi”. O sea, conocer sus intenciones. En esta
fase hay que ser pasivo y esperar a ser movido por el otro, por eso decimos
que, “la libertad reside en no tener que elegir”.
Devolver (Gong).
La parte Yang corresponde a
la parte en que, inmediatamente después de recibir la pelota, la lanzamos con energía al
compañero. Denominamos “devolver” a esta parte del ciclo.
Expresa la energía propia,
“como el bambú” que devuelve el golpe por deflexión, pero aún se puede decir
algo más, devolvemos la energía positivando problemas adversos.
Ahora lo suyo será explicar
cada una de las micro-partes que componen cada hemicírculo, y es lo que vamos a
hacer a continuación.
ANÁLISIS DEL HEMICIRCULO “RECIBIR”
Desde la
óptica de una lupa con mayor resolución, si observamos el hemiciclo “recibir”,
veremos que se compone de tres fases bien diferenciadas:
Ceder, neutralizar y guiar.
Ceder “Zou”
Comoquiera que “no hay nada
tan fuerte como la suavidad”, tan pronto como el brazo opositor establece
contacto y presión con nosotros, el vector intensidad, dirección y penetración
provoca una reacción automática en nuestro cuerpo, una “alerta temprana” por
rotura espontánea de la simetría flotante. En la que, en lugar de resistir, hay
que ceder imaginando que las piernas son grandes muelles.
Jugar a recibir la fuerza y sentirla en el baricentro. Para eso, hay que transformarse en una gran pelota virtual que cede, yendo en la misma dirección del oponente mientras nos apoyamos en una caída interna gravitatoria hacia la posición correspondiente. Todo esto se desarrolla con la cualidad elástica y volumétrica de comprimirse o expandirse para seguir sus intenciones a favor de la linea vectorial del oponente, consiguiendo así que se entregue psico-fisicamente sin ser consciente de ello a causa del contacto melifluo y por tanto sutil.
Jugar a recibir la fuerza y sentirla en el baricentro. Para eso, hay que transformarse en una gran pelota virtual que cede, yendo en la misma dirección del oponente mientras nos apoyamos en una caída interna gravitatoria hacia la posición correspondiente. Todo esto se desarrolla con la cualidad elástica y volumétrica de comprimirse o expandirse para seguir sus intenciones a favor de la linea vectorial del oponente, consiguiendo así que se entregue psico-fisicamente sin ser consciente de ello a causa del contacto melifluo y por tanto sutil.
“Como una pelota
flotando, cede ante un empuje”.
Esta fase puede durar una décima de segundo,
y le sirve al cuerpo como “sensor de ponderación” para interpretar la línea
vectorial, dirección e intensidad del ataque del oponente, atemperando la
virulencia del embate. De modo que con esta sutileza que propone el
Tai-chi-chuan, se puede afirmar que “mi técnica no es mi técnica, es la técnica
del adversario”. Es decir, su propio movimiento le deja a merced. Y por ende, podemos añadir que donde
crece el peligro crece también lo que nos salva del peligro.
Neutralizar “Hua”
En la
fase anterior, a medida que el oponente actúa sobre mi, me deja incómodo en la
cesión que comprime la estructura propia, pero una vez que la cualidad giratoria se añade al sistema, hay que
permitir que la fuerza del oponente siga actuando, y unirse a su moviendo, que
va girando con nosotros a modo
de una pelota
sobre el agua que
reflecta el ataque del oponente, y me coloca en una compostura cada vez más
cómoda.
De modo
que, cuando el adversario quiera dar un portazo, que lo de sobre una puerta
giratoria. O sea que, si a la zaga me dejo llevar por el rebufo del movimiento
del adversario, y lo manipulo sobre la marcha a favor de su estela, será
desbordado.
Una vez me he mostrado gentil en la fase de ceder, yendo hacia donde desea y con solución de continuidad se deriva por decantación acentuándolo a una solución favorable, cumpliendo así el principio de “economía de energía”. Valga como ejemplo que, cuando empujamos un globo aerostático de frente, nos desborda por un costado. De igual modo quitamos su apoyo del lado atacado y lo ponemos del lado contrario, bailando con el flujo “sin resistirnos a la fuerza del adversario, pero tampoco dejarnos arrastrar por ella”.
Una vez me he mostrado gentil en la fase de ceder, yendo hacia donde desea y con solución de continuidad se deriva por decantación acentuándolo a una solución favorable, cumpliendo así el principio de “economía de energía”. Valga como ejemplo que, cuando empujamos un globo aerostático de frente, nos desborda por un costado. De igual modo quitamos su apoyo del lado atacado y lo ponemos del lado contrario, bailando con el flujo “sin resistirnos a la fuerza del adversario, pero tampoco dejarnos arrastrar por ella”.
Es
decir, “si viene lo recibo, si marcha le
dejo ir”.
Esta forma de
rodear el embate y de redireccionar la propia fuerza del adversario, lo “lleva”
a una situación donde obtendremos “control”
sobre él en la siguiente fase.
Inmediatamente después, se enlaza con el hemicírculo Yang de devolver.
ANÁLISIS DEL HEMICIRCULO “DEVOLVER”
Sellar “Na”
Tras el “tipping
point” o punto en el que la tendencia se invierte llegamos a la fase de
“sellar”. Tras guiar al otro, que no
es más que sacarle de su centro aprovechando el chance, llega la fase de
sellar.
Sellar es "ponerle la correa".
Una vez que
ha sido comprometida su estructura, y antes
de emitir energía
en el hueco
del oponente es
necesario capturar su centro y
fijárselo al suelo. En el sellado, capturamos
cualquier parte del cuerpo del oponente y se le fija para que no pueda seguir. Esto
cancela de paso, su proceso de pensamiento, evitando así emitir energía a
tontas y a locas en la siguiente fase.
Emitir “Fa”
Una vez
pasadas las fases anteriores, que pueden ser prácticamente instantáneas, se
descarga la verdadera acción ofensiva. En ella brota la energía hacia el
oponente en forma de empuje o de cualquier otra índole.
Como “no hay
mal que por bien no venga”, el círculo
creado desemboca siempre en una situación reconocible como alguna postura de
las formas, porque ya la ha estudiado en alguna forma. De modo que, donde hemos de actuar con
eficacia emitiendo la energía, no ha sido impuesto por nosotros, sino iniciado
en la adaptabilidad al oponente.
Este es, por tanto, el
culmen de la acción y hay que tener
cuidado de no traspasar el punto de no retorno, puesto que el oponente podría
realizar una contramedida y habría que adaptarse sobre la marcha. Apuntar a su centro, a través de las
“ventanas”, que son los huecos que dejan los brazos, desequilibrar o derribar a
través de las “puertas”, que es el vacío central, equidistante entre las
piernas y luxar, empujar o tirar de su centro a través de los escudos, que es
la alineación de fuerza de los brazos del oponente.
Me parece procedente añadir
ahora que, cada ciclo yin-yang se sucede con la típica relación en ristra y con
un desarrollo pendular muy relajado, dejando que la energía recorra el cuerpo
del oponente y regrese a nosotros de nuevo. Continuando una acción por la
inercia de la anterior, sintiendo la zona que emite energía y la que recibe.
Pero también sintiendo el espacio entre el brazo que nos protege y el cuerpo.
Asertivo en la conducta, mixtura
en los conceptos y lisura en la temporalidad de las fases, que se suceden a una velocidad y automatismo tal,
que parece que sean instantáneas.
Y ahora contradiciendo
su pensamiento de que esto es complejo. Ha de saber que, todo esto no es
complejo, es solo complejo en su explicación. Porque simplemente es natural.
Aunque bien es cierto que el hombre normal ya no es natural, es normal lo
antinatural, y es así como lo natural pasa a ser antinatural para el hombre
normal.
Visto lo
anterior, hemos de concluir con que los Goliats que emplean la fuerza, la
resistencia y la insistencia, no cuentan en los campos de batalla porque aunque
son personas fuertes e incluso a veces le persigue la inteligencia, esta no los
alcanza porque van veloces y fuertes por los caminos más frecuentados, que son
los que más engañan. Estos caminos son los de hacer las cosas sin adaptarse a
las circunstancias. Y lo que en realidad cuenta en positivo, es adaptarse en
armonía a las circunstancias, a favor de un continuo de fases que transforman
lo inconveniente en conveniente.
El hombre natural posee
dicha cualidad, y es ligero como la brisa, en un cuerpo que no pesa, sus
pensamientos no atan, sus deseos no apresan, y sus acciones tienen lugar al
filo de la navaja, localizado en el “clinamen” entre decidir y no decidir.
La cadera debe flotar sobre
las piernas en una “sinergia rodante”, aunque el oponente lo sentirá una
pesada y poderosa bola de cemento que
rueda a favor de contrapesos internos creados por el oponente.
Todo movimiento que inicia
el adversario sobre nosotros, reverbera
en el centro de gravedad, y el cuerpo se integra como un todo global
esférico, en conexión perfecta. La cadera debe ser un regulador direccional y
espacial de las técnicas en base a los giros flotantes y al efecto motil entre
las piernas.
La sinergia esférica es tal
que cuando una mano se mueve todo el cuerpo se mueve, y cuando una mano para,
todo el cuerpo se detiene. Pero esa energía que se moviliza es líquida, como el
agua, lo que hace que los brazos sean flexibles como dos serpientes. Porque “aunque
no veamos poder en un vaso de agua, cuando se convierte en vapor puede mover
los pistones mas poderosos de una máquina”. Llamamos a esto, “brazos
plegables”, aunque en momentos de expresión de energía, estos se rellenan como
una manguera se rellena de agua y en ese momento son “brazos indoblables”, pero
siempre elásticos como los de un felino. Con el aroma remoto de un tigre, cuya espectacular
energía mental proviene de una NADA de fondo que se abandona a las
circunstancias. Una NADA energética de potencialidad pura, que es el destino
que los dioses han querido para nosotros.
Y
así como un tigre no se esconde de su naturaleza, no hay que esconderse de la
nuestra, solamente
basta con ser
lo que es, dispuesto a morir a cada instante, viviendo el ahora en acecho relajado, en un despreocupado presente.
Artículo Original de FELIX BARGADOS.
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